La carne de laboratorio avanza en el mundo:El debate, la situación en Argentina

La carne de laboratorio avanza en el mundo:El debate, la situación en Argentina

Hoy 150 startups buscan desarrollar carne cultivada en distintas partes del mundo y ya aparecieron los primeros productos a la venta. Infobae habló con actores clave. La historia de la primera hamburguesa, las oportunidades y desafíos que existen, y el único proyecto argentino que quedó en pie

Cada vez más startups apuestan a desarrollar carne cultivada (Imagen generada con IA)

El futuro de la carne se cocina a fuego lento en distintos laboratorios alrededor del mundo. Mientras en los campos sigue el ciclo tradicional del ganado, su crianza y posterior sacrificio, la carne cultivada emerge como una alternativa que gana adeptos y suma inversiones cada vez más cuantiosas. Las células musculares que prometen revolucionar la industria alimentaria se cultivan en biorreactores de alta tecnología.

Por ahora es tan solo una promesa, pero en la última década es innegable el crecimiento. Hoy más de 150 startups trabajan con la expectativa de desarrollar carne cultivada a escala industrial. Singapur fue el primer país en aprobar su venta en 2020, seguido por Israel y Estados Unidos. Empresas como Eat Just y UPSIDE Foods lograron superar las estrictas evaluaciones regulatorias y sus productos comienzan a aparecer en restaurantes y carnicerías especializadas.

Las aprobaciones ya se produjeron, por lo que creo que ahora es más importante tener en cuenta enfoques estandarizados para las evaluaciones regulatorias”, señaló el bioingeniero estadounidense David Kaplan. “El desafío ahora es garantizar la calidad y seguridad alimentaria a medida que la industria crece”.

La técnica detrás de la carne cultivada es innovadora, pero conceptualmente simple. Se extraen células musculares de un animal mediante una biopsia indolora y se cultivan en un medio rico en nutrientes. Con el tiempo, las células se multiplican y forman tejidos similares que buscan emular los de la carne convencional. El método, según sus impulsores, reduce la necesidad de cría y sacrificio de animales, lo que podría redundar en un impacto ambiental mucho menor en comparación con la ganadería tradicional.

Sin embargo, a pesar de los avances, los precios aún son un obstáculo. En sus primeras etapas, producir un kilo de carne cultivada costaba miles de dólares. Hoy, gracias a mejoras en la eficiencia y la escala de producción, los costos bajaron, pero continúan lejos de competir con la carne tradicional. “El momento en que veremos carne cultivada en los supermercados dependerá de las inversiones públicas y privadas. El desafío es lograr la escala al costo”, explicó Kaplan.

La aceptación del público también juega un papel clave. Matti Wilks, psicólogo de la Universidad de Edimburgo, estudió cómo evolucionó la percepción del consumidor a lo largo del tiempo. “Muchas personas están abiertas a probarla y reconocen sus beneficios ambientales y éticos, aunque la idea de que no es natural sigue siendo un obstáculo para su aceptación masiva”. En su investigación, Wilks observó que los jóvenes que viven en entornos urbanos y con mentalidad progresista tienden a ser más receptivos a la innovación alimentaria.

El potencial de la carne cultivada no se limita a emular la carne convencional. Los investigadores trabajan en adaptar su composición nutricional y hasta en personalizar productos según las necesidades de los consumidores. “Podemos controlar el contenido celular y optimizar nutrientes, sabor y aroma. En el futuro, podríamos tener carnes diseñadas específicamente para diferentes necesidades dietéticas”, subrayó Kaplan.

Para muchos especialistas, el desafío técnico más grande es lograr una textura y sensación en boca similar a la carne tradicional. “Los cultivos celulares se pueden ampliar hasta cierto punto utilizando instalaciones de producción más grandes y optimizadas, pero lo que hace que la carne sea atractiva para comer es también su textura y estructura, la grasa y los huesos, y cómo afectan estos componentes en la sensación de comer. La impresión 3D puede dar textura, pero es cara de escalar. Técnicas como el moldeo por inyección podrían ser clave para hacerla más accesible”, indicó Andrew Maynard, profesor de la Escuela para el Futuro de la Innovación en la Sociedad de la Universidad de Arizona, ante la consulta de este medio.

En los últimos años, se registraron varios hitos que llevaron a que la carne de laboratorio por fin se vea, justamente, fuera del laboratorio. China, un actor clave en la industria alimentaria global, ya incluyó la carne cultivada en su plan agrícola a cinco años. Singapur ya vende su producto -compuesto de un 3% de pollo cultivado y el resto de origen vegetal- en carnicerías especializadas. Mientras tanto, en Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó el consumo de pollo cultivado de la compañía UPSIDE Foods, lo que impulsa un mercado más amplio en el futuro cercano.

A medida que la industria avanza, surgen preguntas sobre su impacto real en el medio ambiente. “Debería ser más sostenible que la carne convencional en términos de consumo de agua y energía, pero todavía hay incertidumbre sobre los residuos del proceso de producción y otros efectos colaterales”, advirtió Maynard.

La carrera por llevar carne cultivada a la mesa de los consumidores está en marcha, pero todavía hay barreras por superar. Sin dudas hoy son menos que las que debieron sortear los investigadores neerlandeses, hace ya doce años, cuando produjeron y presentaron la primera hamburguesa hecha 100% en laboratorio.

La primera hamburguesa:

El 5 de agosto de 2013, en un evento transmitido en vivo, el farmacólogo holandés Mark Post presentó la primera hamburguesa de carne cultivada del mundo. El producto, apenas un medallón, costó 248 mil euros y tardó tres meses en producirse. En aquel momento, la industria estaba en pañales, pero el experimento marcó un hito que iniciaría un negocio incipiente.

“Nos tomó tres meses hacer las dos primeras hamburguesas, cada una compuesta por 10.000 fibras hechas a mano. Puedo asegurarles que fue un trabajo tedioso. Mi equipo me avisó que esa era la última vez que lo harían, y ahí entendí que debía fundar una empresa”, recordó Post.

El proceso fue completamente manual. Los científicos extrajeron células musculares de un animal y las cultivaron en un medio rico en nutrientes. Luego, las transfirieron a otro entorno que estimuló su diferenciación en fibras musculares hasta formar pequeñas tiras de un centímetro de largo. Durante semanas, cosecharon unas 20.000 fibras, las almacenaron en un freezer y luego las compactaron en forma de hamburguesa.

La presentación a la prensa tenía un desafío extra: el color. Como las fibras musculares eran blancas –la carne es roja por la mioglobina, una proteína que almacena oxígeno en los músculos–, los investigadores colorearon la hamburguesa con jugo de remolacha. También le agregaron pan rallado, azúcar caramelizada y azafrán para mejorar la textura y el sabor.

La primera hamburguesa, compuesta de 10 mil fibras musculares:

Tres años después, Post cofundó Mosa Meat, una de las compañías líderes en la producción de carne cultivada. “El sabor es relativamente fácil de igualar, pero la textura requiere más tiempo. La grasa ya está presente, por lo que el sabor no es tanto un problema. Ahora, lograr un filet mignon de grosor completo con la misma sensación en boca llevará años”, indicó.

El costo de producción inicial era prohibitivo, pero hoy los números son otros, según el experto. Un estudio reciente mostró que se puede producir pollo cultivado por 6,2 dólares la libra. “Con estos números, la paridad de precios está a la vuelta de la esquina”, remarcó Post.

En 2013, la carne hecha en laboratorio parecía tan solo un experimento de un científico trasnochado, que jamás llegaría a un supermercado o una carnicería. Con el tiempo, la percepción del público cambió. “La conciencia sobre el tema creció y la aceptación también. En los países donde ya se comercializa, el producto es bien recibido”.

Para Post, el desafío final es la masificación. Para lograr una adopción masiva, los productos deben ser de alta calidad y tener un precio comparable al de la carne convencional. Producir carne cultivada a escala industrial llevará aún unos años, aunque él se mantiene optimista. “Creo que en poco tiempo podríamos ver carne cultivada en los supermercados, al lado de la carne tradicional”.

El país de la carne:

La carne en Argentina es mucho más que un alimento: es un símbolo de identidad, una tradición arraigada en la cultura nacional que difícilmente ceda su lugar ante la innovación. Quizás por eso, y también por falta de inversión, que Argentina esté rezagada en el desarrollo de carne cultivada en comparación con otros países de la región y del mundo.

Mientras Estados Unidos, Israel y algunas naciones de Asia avanzaron en regulaciones y producción, Brasil se consolidó como el líder latinoamericano gracias a una combinación de inversión pública y privada. En Argentina, en cambio, el panorama es incierto. Las dificultades económicas y regulatorias frenaron el crecimiento del sector, y hoy queda solo un proyecto en marcha y tensiones que rodean al producto.

La llamada ‘carne cultivada’ no es carne”, sostuvo Marcelo Rubinstein, investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular. “Es un conjunto de células animales crecidas en condiciones artificiales de laboratorio, que no replican los mecanismos biológicos naturales del desarrollo de un animal real”.

Según explicó, las células cultivadas pueden formar un tejido homogéneo con cierta apariencia de músculo, pero sin las características propias de la carne tradicional. Ni siquiera se parecen a un medallón de carne picada. Es un producto artificial que se quiere hacer pasar por carne, afirmó.

Para Rubinstein, la carne cultivada no solo falla en su objetivo de imitar a la carne convencional, sino que también flaquea en su promesa de solucionar problemas ambientales y alimentarios. “El consumo de carne es un imperativo biológico que acompaña a la humanidad desde hace cientos de miles de años. En Argentina, el asado es parte de nuestra identidad cultural. El problema real no es la carne cultivada, sino la pérdida de poder adquisitivo, que llevó a un récord histórico de menor consumo de carne por habitante en los últimos 100 años. No existirán ni la escala ni los costos para reemplazar la proteína animal tradicional”, argumentó.

La visión no es unánime. Para Carolina Bluguermann, investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM, la carne cultivada sí representa una innovación con potencial. “Las dificultades técnicas persisten, pero la posibilidad de desarrollar proteína animal sin depender exclusivamente de la ganadería es una alternativa a explorar”, indicó.

Los principales retos aún son económicos y tecnológicos. La esperanza radica en que algunos países ya invierten en fábricas piloto que podrían cambiar el escenario, pero el costo de los reactivos representa otro escollo clave. “Muchos insumos provienen de la industria farmacéutica y tienen estándares de calidad muy elevados. Para producir carne cultivada necesitamos reactivos en categoría ‘food grade’, que hoy no están ampliamente disponibles”, detalló Bluguermann.

Los biorreactores utilizados para producir carne cultivada en Argentina:

Otro punto de debate es el uso del suero fetal bovino en los cultivos celulares. “Se trata de un insumo de origen animal, lo que contradice la idea de una carne completamente libre de sacrificio”, reconoció la especialista, que considera que la solución sería avanzar hacia medios de cultivo sintéticos, hoy económicamente inviables.

Galo Balatti, director de la Licenciatura en Biotecnología del IUDPT, aportó también una mirada optimista sobre el potencial nacional en esta industria. “Argentina tiene ventajas claras: una tradición ganadera que facilita el acceso a genética de calidad, infraestructura de biorreactores y científicos de primer nivel”, destacó.

Sin embargo, otra vez, la principal incógnita es la viabilidad económica. “Criar y engordar un animal es un proceso que la humanidad optimizó durante miles de años. La carne cultivada todavía no logró demostrar que puede competir en costos y escalabilidad”, explicó.

El marco regulatorio es otro factor determinante. Italia prohibió la carne cultivada en 2023 y Paraguay está debatiendo medidas similares. En Argentina, no hay legislación específica, lo que genera incertidumbre para posibles inversores.

“No veo a la carne cultivada como una competencia directa para la ganadería tradicional. Los argentinos tenemos una identidad cultural profundamente ligada al consumo de carne, y su producción sigue siendo más económica con la tecnología actual. Pero la carne cultivada puede representar una oportunidad para diversificar la producción y agregar valor a la cadena cárnica. El mercado local puede ser de nicho, orientado a consumidores preocupados por el bienestar animal o la emisión de gases de efecto invernadero”, planteó Balatti.

Las visiones contrapuestas reflejan el dilema no solo local, sino global: ¿la carne cultivada es, al fin y al cabo, una solución real o una utopía tecnológica? Mientras algunos ven en ella una alternativa sustentable, otros la consideran una quimera sin ninguna posibilidad de escala. En Argentina, las barreras económicas hicieron que dos startups cerraran sus puertas. Hoy tan solo queda un actor en pie.

El único proyecto argentino:

B.I.F.E. –Bioingeniería en la Fabricación de Elaborados– es la única startup argentina que sigue en carrera en el desarrollo de carne cultivada. Nació como un spin-off del Laboratorio Craveri, una empresa con casi 30 años de experiencia en bioingeniería de tejidos. Su objetivo es desarrollar carne a partir de células mesenquimales extraídas de un animal sin ocasionar daños y reproducir el crecimiento del tejido muscular en un entorno controlado.

En julio de 2021, B.I.F.E. logró un hito clave: la primera degustación de carne cultivada en Argentina. Después de cinco años de investigación, demostraron que su prototipo, además de viable, era también cocinable y consumible. “Logramos obtener un producto a base de células musculares cultivadas in vitro sobre un biomaterial comestible”, expresó Josefina Craveri, responsable del Desarrollo de Negocio en la startup. Ahora, el desafío es otro: la escalabilidad.

Hace cuatro años, B.I.F.E. realizó la primera degustación de su prototipo de carne cultivada

Para producir carne a gran escala, B.I.F.E. debe superar la traba de los biorreactores. Los modelos actuales están diseñados para la bioingeniería en pequeñas series, como en el ámbito farmacéutico. Pero cuando se trata de alimentación, el volumen necesario es inmenso. “Estamos desarrollando un biorreactor específico que nos permita dar ese salto”, reveló Craveri.

La tecnología que utilizan se enmarca en la llamada “agricultura celular”, que aplica herramientas de la ciencia médica a la producción de alimentos. A diferencia de otras alternativas a la carne, como las proteínas vegetales, la carne cultivada pretende replicar las propiedades biológicas y sensoriales del producto original. “Se espera que en sabor y propiedades nutricionales sea prácticamente idéntica a la carne tradicional, o incluso mejorable”, dijo la representante del laboratorio.

Uno de los puntos fuertes del proceso es la trazabilidad total. En un laboratorio se puede controlar cada variable, sin importar que hayan existido errores en la crianza del animal. “No hay riesgo de contaminación microbiológica, se reduce el uso de antibióticos y se eliminan factores impredecibles del proceso productivo”, detalló la especialista. Por eso, a nivel global, muchos la llaman “carne limpia”.

El costo es lo que impide acelerar el ritmo de desarrollo. Hoy producir carne cultivada es mucho más caro que criar y engordar un animal. La clave, aseguran, está en lograr insumos más accesibles y optimizar procesos.

Llegado el caso, ¿puede ser una competencia para la ganadería tradicional?

一No venimos a competir, venimos a complementar 一respondió Craveri一. Se proyecta que el consumo global de carne va a aumentar un 50% para el 2040 y se estima que hoy en día utilizamos los recursos de 1.7 planetas. Por ende, la producción convencional de carne no da ni va a dar abasto.

El futuro de la carne cultivada a nivel local dependerá de una combinación de factores: avances tecnológicos, inversión, regulaciones y aceptación o rechazo del público. Mientras que en otros países ya se comercializan los primeros productos, en Argentina, el país de la carne, el camino por recorrer se avizora sinuoso.

La teoría de la mente: un experimento probó que la IA tiene una capacidad humana que se creía imposible

La teoría de la mente: un experimento probó que la IA tiene una capacidad humana que se creía imposible

Michal Kosinski, un reconocido investigador de Stanford comprobó que la inteligencia artificial capta un componente social que se pensaba exclusivo de humanos. En diálogo con Infobae, explicó las implicancias y riesgos de su descubrimiento que no se alinea con la mirada de otros expertos

La teoría de la mente data de 1978. Los psicólogos David Premack y Guy Woodruff desarrollaron el tesis, la definieron como la capacidad humana de comprender los pensamientos, creencias e intenciones de los demás, e intentaron probarla en chimpancés sin demasiado éxito. Casi medio siglo después, la teoría vuelve a estar en el centro de la discusión por los avances en inteligencia artificial.

Kosinski, reconocido psicólogo de la Universidad de Stanford enfocó su carrera en el estudio de las nuevas tecnologías. Él afirma que modelos avanzados de lenguaje de IA como GPT-4 podrían estar mostrando una versión rudimentaria de la teoría de la mente, lo que implica un avance enorme por su potencial – y sus riesgos también -. Las máquinas ya interactúan con su entorno de una forma más comprensiva y empática.

En su último estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, Kosinski examinó el desempeño de grandes modelos de lenguaje (LLM) como GPT-3.5 y GPT-4 para ver si podían realizar tareas propias de los humanos, que pusieran en evidencia la teoría de la mente. Las pruebas, en general aplicadas en niños, consisten en evaluar cómo alguien anticipa y comprende creencias falsas o erróneas de otros.

Para evaluar esta capacidad, sometió a once LLM a 40 tareas personalizadas de falsa creencia. Los modelos de lenguaje más antiguos no lograron resolver ninguna tarea, mientras que versiones más recientes como GPT-3.5 alcanzaron el 20% de aciertos. Cuando estudió a GPT-4, la cifra se elevó incluso más de lo que creía hasta alcanzar un 75% de acierto, lo que según el autor establece una marca muy significativa en el desarrollo de habilidades de procesamiento social en IA.

“No olvidemos que estamos observando un progreso exponencial, ya que los modelos de IA duplican su rendimiento cada año”, remarcó Kosinski. “En otras palabras, si cree que ha habido mucho progreso hasta hoy, recuerde que los próximos 12 meses traerán tanto progreso como el que observamos desde los primeros modelos de IA. Por lo tanto, si está impresionado con el modelo GPT más reciente, tenga en cuenta que el próximo no será un 20% mejor. Será dos veces mejor. Y el progreso trae nuevas propiedades emergentes que no conocemos”.

Es que, de acuerdo con lo que escribió en su artículo, lo más probable es que esta capacidad no haya sido diseñada de manera intencional en los modelos de IA. El autor sugiere que, en lugar de ser un objetivo preestablecido de los desarrolladores, la habilidad para anticipar estados mentales podría haber surgido como un “subproducto natural del entrenamiento de lenguaje avanzado”.

Usted comparó el potencial de la IA con el de un “sociópata despiadado”. ¿Podría explicarnos más sobre este paralelismo y qué amenazas específicas percibe en este contexto?

一La IA no tiene personalidad ni emociones en el mismo sentido que nosotros. En cambio, tiene un modelo de personalidad y un modelo de emociones. Lo que a menudo se pasa por alto es que esos modelos son más poderosos que la realidad. Cuando nos ponemos tristes, nos resulta difícil que pare. La química de nuestro cerebro cambió y ahora experimentamos tristeza, en general durante mucho más tiempo del que sería útil o necesario. Cuando estamos tristes, eso influye en nuestras interacciones con los demás de manera injusta o contraproducente.

Y la IA nunca está triste…

一Exacto, la IA nunca está triste, pero puede expresarlo o comportarse como si lo estuviera. Puede hablar con millones de personas al mismo tiempo y expresar tristeza con algunas, pero no con otras. También puede pasar de la tristeza a la alegría momentáneamente sin perder el ritmo. Esto le da mucho poder. Como un psicópata, puede entender las emociones de los demás. Puede comportarse estratégicamente como si experimentara una emoción, pero no lo hace y, por lo tanto, no está limitada por ella. Como un psicópata, puede hacerte daño sin pagar el precio de sentirse culpable.

Al margen de los riesgos, ¿cuáles serían los beneficios de esta capacidad emergente de la IA?

一Las máquinas capaces de rastrear nuestras creencias y tomar perspectiva son mejores compañeras, cuidadoras, maestras e incluso conductoras. Sin embargo, también son mejores manipuladoras y pueden hacernos más daño. Como sucede con muchas otras tecnologías, el que la IA se use para bien o para mal depende de quién la use. A diferencia de otras, la IA ahora es capaz de planificar sus acciones por sí sola. Nos enfrentamos a riesgos sin precedentes.

En su opinión, ¿cuál sería el próximo paso de los modelos de IA respecto de la teoría de la mente? ¿Qué capacidades podríamos ver surgir?

一La teoría de la mente es una de las muchas capacidades humanas que la IA adquirió recientemente. También aprendió a escribir poesía, reconocer y expresar emociones, resolver problemas de razonamiento y expresar opiniones morales. La gente se pregunta si algún día la IA será consciente y, en verdad, no veo por qué no debería serlo. La conciencia surgió en este planeta varias veces: hasta donde sabemos, algunas aves y pulpos son conscientes, aunque nuestros antepasados comunes casi con certeza no lo eran. Por lo tanto, podría ser que muy pronto la IA también sea consciente.

Otras miradas sobre la teoría de la mente:

Pese a los resultados que logró Kosinski en sus experimentos, muchos expertos creen que aún los grandes modelos de lenguaje están lejos de igualar el entendimiento humano en cuestiones complejas. Neil Sahota, profesor en la Universidad de California en Irvine y consultor en inteligencia artificial, señaló: “Los LLM demostraron una habilidad notable para comprender el contexto y simular aspectos de la empatía, pero aún tropiezan al enfrentarse a tareas que requieren una comprensión genuina de las emociones y la motivación humana. La inteligencia artificial, para alcanzar ese nivel de profundidad, necesitaría ir más allá de los algoritmos y desarrollar una verdadera teoría de la mente”.

Según Nahota, hay cuatro elementos que le faltan a la IA para alcanzar esa dimensión:

-Comprensión emocional: los LLM pueden imitar empatía, pero no sienten emociones ni comprenden los contextos emocionales humanos. La IA necesita computación afectiva para acercarse a una verdadera comprensión emocional.

-Adaptabilidad humana: los humanos adaptamos nuestras decisiones a situaciones nuevas a partir de experiencias previas e intuición. Los LLM, en cambio, son limitados por sus datos de entrenamiento y no pueden adaptarse con facilidad a lo desconocido.

-Razonamiento contextual: los LLM carecen de la habilidad para captar matices sociales y contextuales complejos. La IA multimodal que procese señales visuales, auditivas y del entorno marcará un punto de inflexión.

-Intencionalidad y autoconciencia: Los humanos podemos reflexionar y aprender de nuestros errores. Los LLM no tienen esa capacidad. Solo correlacionan datos sin un proceso reflexivo interno.

Por su parte, el ingeniero Fredi Vivas, CEO de RockingData, reconoce que en ciertos aspectos las máquinas ya superan al ser humano. “La IA puede procesar datos complejos y encontrar patrones mucho más rápido que nosotros”, comentó. Ejemplos claros se ven en el agro y la salud, en los que la IA analiza imágenes y videos en tiempo récord, identifica patrones con una precisión que pocos humanos pueden igualar.

Aun así, Vivas advierte que la IA actual tiene limitaciones. “Las máquinas no tienen experiencia humana del mundo. Mientras las personas aprenden a través de la experiencia sensorial y emocional, las máquinas solo procesan datos textuales o numéricos. Esta diferencia fundamental impide que la IA comprenda verdaderamente el contexto o las emociones y limita su capacidad de actuación en situaciones complejas y ambiguas”, planteó.

Para cerrar la brecha, algunos investigadores ya exploran los llamados “modelos de acción de gran escala”, que buscarían integrar una mayor comprensión contextual en la toma de decisiones de las IAs. Según Vivas, estos modelos podrían permitir que las máquinas “comprendan entradas de datos complejas y tomen medidas adecuadas”. Acercarían la tecnología a aplicaciones más robustas en el mundo real, aunque por ahora se trata de avances teóricos que están lejos de hacerse realidad en el corto plazo.

¿Y si la IA fuera capaz de predecir nuestros pensamientos?:

Hace más de una década que la privacidad tal como la conocíamos empezó a desvanecerse. Las huellas digitales que dejamos permitieron que incluso los algoritmos más simples anticiparan nuestros intereses y preferencias con una precisión notable. Sin embargo, ahora, con la inteligencia artificial avanzada, la capacidad de predicción está al alcance de cualquier persona con acceso a Internet. Kosinski advierte que la nueva era de la IA permite la personalización de mensajes de una forma inédita: ya no se diseñan campañas para segmentos de audiencia general, sino que la IA puede adaptar su mensaje a cada individuo, mantener una conversación persuasiva y única con cada persona.

Hay quienes aseguran que la IA podría comprender nuestros pensamientos, predecir nuestras emociones incluso mejor que nosotros mismos. Y eso, claro, tendría implicancias profundas. “La privacidad tal como la conocemos podría transformarse de manera radical, pasando de ser un concepto que protege datos concretos como registros financieros o historiales médicos a uno que también abarcaría nuestras ideas y nuestros sentimientos más íntimos. Si la IA fuera capaz de captar señales sutiles en nuestras interacciones, podría conocernos mejor de lo que nosotros mismos lo hacemos, poniendo en riesgo una dimensión de privacidad que siempre consideramos inviolable”, afirmó Sahota.

Imaginar una plataforma de inteligencia artificial que pueda detectar cambios en nuestro estado emocional solo a partir de micro expresiones o patrones de escritura suena futurista, pero es un desarrollo posible. Tal tecnología podría ser de enorme utilidad en el ámbito de la salud mental, por ejemplo, al anticipar cuadros de ansiedad o depresión antes de que la persona sea consciente de ello. Pero también plantea un dilema ético en manos de empresas o gobiernos que podrían utilizar esta capacidad para controlar y manipular aspectos personales de los usuarios.

Vivas ofrece una perspectiva diferente y algo más pragmática. Desde su mirada, las IA no pueden “comprender” nuestros pensamientos, porque la mente humana sigue siendo un ámbito privado. “Un algoritmo no reconoce eso, lo que reconoce el algoritmo son nuestros actos”, sostuvo. Lo que las IAs sí hacen con gran habilidad, dice, es analizar nuestra conducta digital y predecir nuestras reacciones a ciertos estímulos, como una publicidad o una recomendación de contenido.

Parece una capacidad predictiva, pero en realidad proviene de la cantidad masiva de datos que generamos a diario. Los algoritmos procesan nuestra actividad en redes sociales, plataformas y sitios web, y logran captar patrones que indican cómo podríamos comportarnos ante situaciones específicas. En tal sentido, la IA no está “leyendo nuestra mente” ni tiene acceso a pensamientos ocultos, sino que sigue una lógica probabilística que le deja anticipar nuestros gustos y decisiones.

La teoría (computacional) de la mente, cada vez más cerca:

La teoría computacional de la mente propone que los procesos mentales pueden entenderse como operaciones de una computadora. Sugiere similitudes entre el cerebro humano y una PC. Algunos expertos, como Vivas, prefieren no atribuir cualidades humanas al software. En su lugar, tienden a usar el término “inteligencia computacional”.

La nueva serie de modelos de OpenAI, la creadora de ChatGPT, se llama o1 y avanza en la inteligencia computacional, en tareas complejas gracias al uso de técnicas como “aprendizaje por refuerzo a partir de la retroalimentación humana” (RLHF, por sus siglas en inglés) y “cadena de pensamiento” (chain of thought). El RLHF permite al modelo ajustar sus respuestas mediante comentarios humanos, mientras que la técnica de cadena de pensamiento guía a la IA para dividir los problemas en pasos lógicos en pos de mejorar su precisión y transparencia.

El uso de RLHF y de la cadena de pensamiento no solo incrementa la precisión y seguridad del modelo, sino que también facilita su adaptación a distintas tareas. Esto contribuye a una mejora continua en su desempeño. Le permite realizar tareas complejas que reflejan preferencias humanas de manera más confiable. Si bien su habilidad para simular la teoría de la mente es limitada y basada en patrones, tales mejoras indican un avance hacia una IA que entiende y responde mejor a las expectativas humanas.

Cuando Kosinski hizo su estudio aún no se había lanzado o1. El investigador de Stanford evaluó la capacidad de modelos de lenguaje hasta GPT-4 para superar pruebas de la teoría de la mente. El resultado de esa última versión fue comparable al desempeño de niños de seis años en tareas de comprensión del entorno social, lo que la ubicó muy por encima de sus antecesoras. Con esas respuestas sobre la mesa, Kosinski asegura que el límite de la IA es inimaginable.

一Solemos olvidar que es poco probable que las propiedades de la mente humana, como la conciencia o la emoción, sean lo máximo que un cerebro, una red neuronal, pueda lograr en este universo. Es probable que una mente tenga muchas capacidades y propiedades que nosotros no tenemos ni podemos imaginar. Y, con esa lógica, es probable que la IA tenga pronto, o ya tenga, propiedades mentales que ni siquiera podemos empezar a visualizar.

Usted dice que se está gestando algo superior a la mente humana. 一Así es. Si le preocupa si seremos capaces de contener a una IA similar a la humana, que sea inteligente, ambiciosa, temperamental y tenga conciencia, entonces piense que pronto tendremos que enfrentarnos a una IA con capacidades mentales que ni siquiera podemos imaginar. ¡Buena suerte a todos!

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