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Microlab Thinking y el Futuro de la Educación
En muchos aspectos el futuro de la educación es incierto, una cosa sí es segura: debemos avanzar hacia un nuevo paradigma de la enseñanza, pues el modelo educativo actual no responde a las necesidades de las nuevas generaciones ni a los principios de un contrato social equitativo. De acuerdo con el libro «Reimaginar Nuestro Futuro […]

En muchos aspectos el futuro de la educación es incierto, una cosa sí es segura: debemos avanzar hacia un nuevo paradigma de la enseñanza, pues el modelo educativo actual no responde a las necesidades de las nuevas generaciones ni a los principios de un contrato social equitativo.

De acuerdo con el libro «Reimaginar Nuestro Futuro Juntos: un nuevo contrato social para la educación», la enseñanza a nivel mundial es un acuerdo social tácito que históricamente ha definido lo que se enseña, a quién se le enseña y para qué. Debemos hacer cambios de origen que nos obliguen a cuestionarnos realmente qué objetivos estamos persiguiendo con la educación y a quiénes están beneficiando o perjudicando.

Uno de los problemas más graves del contexto educativo actual en todo el mundo es que los saberes y sus estructuras siguen respondiendo a unos saberes antiguos, propios del Siglo XX y sumamente inadecuados para los cambios que estamos enfrentando. Tenemos que considerar que la sociedad y el planeta mismo están en un importante riesgo.
Si no comenzamos a colaborar mano a mano en la construcción de un nuevo contrato social más justo, que funcionen como base para el futuro de la educación, el panorama al que nos enfrentamos estará aún más plagado de desigualdades y carencia de recursos básicos. De acuerdo con la UNESCO, el nuevo contrato social para la educación del futuro tiene que sustentarse en los principios de inclusión, equidad, cooperación, solidaridad, responsabilidad colectiva e interconexión y buscar activamente una sociedad más justa, pacífica, sostenible e innovadora. Compartimos la visión, y estamos comprometidos a trabajar sustancialmente en el tema.

Hay que tener en cuenta que estas cuatro características ideales son clave, ya que apuntan a solucionar problemas que tienen que ver directamente con las desigualdades económicas, el debilitamiento de las democracias, la precarización laboral, la explotación de recursos que excede las capacidades del planeta y la brecha digital que hace que solo unos pocos innoven y generalmente en función de intereses privados.

Sin duda, adoptar nuevos enfoques pedagógicos disruptivos en las escuelas y en las instituciones educativas en general es un reto desafiante, pero, al mismo tiempo, es justamente en las organizaciones educativas donde tienen que comenzar a gestarse los cambios que sienten las bases del futuro de la educación.

Es por ello también, que adoptamos, para este espacio, los principios recomendados por la UNESCO:

Repensar el espacio de aprendizaje:

Los niños y jóvenes están aprendiendo todo el tiempo, no solo mientras están en las aulas o en horario escolar, en realidad no pueden evitarlo porque así está configurado su cerebro, ávido de nuevas experiencias y asociaciones.
Nuestra concepción de espacio de aprendizaje tiene que dar un paso más allá de los contextos físicos, de los libros de texto y de los saberes teóricos. Debemos admitir todas las oportunidades que la vida cotidiana, la experiencia de primera mano, los desafíos comunitarios y el mundo virtual, entre otros, presentan para la enseñanza.  Por decirlo de otra manera, la educación no puede seguir siendo un lugar aislado y delimitado por relaciones jerárquicas, sino que debe convertirse en un estado mental omnipresente, pautado por la colaboración y la construcción mutua de conocimientos comunes. No está de más resaltar que la tecnología es una herramienta para apoyar el aprendizaje, pero no puede sustituirlo.

Alinear el aprendizaje con la búsqueda de soluciones a problemas reales:

Si no podemos enseñarle a un estudiante la aplicación práctica de saber despejar una ecuación de segundo grado, aunque se memorice la fórmula, en realidad no está aprendiendo nada.  Una serie de pasos matemáticos aislados pueden anidar en su memoria a corto plazo para pasar el examen, pero la falta de redes de asociación con la experiencia tangible terminará por desaparecer.  No es que el cuerpo de conocimientos disciplinares básicos no sea importante, es que
primero es necesario comprender para qué sirven y al servicio de qué problemáticas
pueden ponerse de manera interdisciplinaria, de este modo, la investigación y la inercia por
aprender a aprender aparece de forma natural.

Darle la misma importancia al aprendizaje social y emocional que al intelectual:

La emoción ha sido relegada durante siglos a un papel secundario, inexistente o incluso indeseable en la educación. Hoy sabemos que separar lo cognitivo de lo emocional no solo es imposible, sino que dichos intentos pueden derivar en una escisión peligrosa de nuestra moral, nuestra ética y nuestros actos. Los estudiantes necesitan desarrollar habilidades sociales que incluyan la compasión, la empatía, la responsabilidad social, la solidaridad y la cooperación; También es fundamental que fortalezcan otras habilidades blandas como la comunicación, el liderazgo y la
autogestión.

Evaluar desde la premisa de “aprender a aprender”:

El objetivo de la evaluación debe ser el garantizar que los estudiantes sepan cómo investigar, aplicar, criticar y producir conocimientos de acuerdo con su etapa de maduración y a lo largo de toda su vida.  La evaluación debe dejar de ser un sistema de jerarquización entre los más y los menos capaces y debe convertirse en una brújula para que los docentes guíen a los estudiantes a los proyectos colaborativos. Para ayudarles a fortalecer habilidades cognitivas y socioemocionales generales, que luego ellos puedan poner al servicio de problemas específicos.

Para recibir información, sumarse a los equipos de investigación o colaborar en el tema, comuníquese con nosotros

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